viernes, 12 de marzo de 2010

Llamémosle.... Sucre · Sucre and his sugar

Hace unos días una amiga me explicó una historia de terror. La amiga se llama Maitane, y me relató con todo lujo de detalles la historia de un diseñador frustrado… llamémosle Sucre, que tuvo la genial idea de inventar un diseño revolucionario, innovador, y según él más bonito y práctico aunque eso ya es cuestión de gustos, que el resto de azucarillos del mundo.

A alguien se le ocurrió la idea de crear cubitos de azucar comprimidos que para deshacer la unión del azucar necesitabas escarpa, martillo y un buen puñado de paciencia. Ya sabéis, ese azucar que lo pones en el café caliente y te pegabas cinco minutos dándole hostias con la cucharilla hasta que ya habías destrozado el fondo de la taza y estabas seguro de que el azucar estaba completamente diluido. No era práctico, desde luego.

Sucre llegó tarde para inventar el azucarillo clásico, descomprimido, rectangular de toda nuestra vida. Pero él, ansioso de poder, necesitaba algo más. Algo que lo diferenciara del resto y que a la vez lo cubriera de fama y dinero.

Así es que se dedicó en cuerpo y alma a su futuro proyecto hasta que por fin dio con el resultado. Un azucarillo alargado y estirado, que ejerciendo presión en la parte central, el azucarillo se rompería desprendiendo todo su contenido dentro de la taza manteniendo la mesa inmaculada. Sin rastro de ese azucar que salía disparado hacía todos los puntos cardinales conocidos y por conocer dejando las cercanías de la taza de café que daba asco. ¡Eso se acabó!.

sucre

Sucre estaba rebosante de felicidad, pero su peor enemigo de la infancia se dedicó en cuerpo y alma a joderle la vida y así fue tal su empeño que en unas semanas, más de medio mundo había sido instruido para abrir el azucarillo de Sucre por un extremo en vez de por la mitad, tal y como había sido concebido.

Sucre no consiguió la fama, es más, nadie se acuerda de él. Pero todos los camareros del planeta saben que se suicidió por no poder convencer a la sociedad de cual era la manera correcta de abrir el azucarillo que él creó.

argazkia · photografía: R. Espada eta jgarin

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